04.08.12
Queridos
pichoncitos,
Aquí huele a
otoño. Estoy con una manta enrollada a la cintura y los hombros al aire, con el
suplemento cuadrado en el ombligo. Las ventanas están abiertas, a la espera de
una brisa lluviosa; y yo… pensando en vosotros.
Como siempre,
tengo ganas de empezar el siguiente paso sin siquiera haber esperado a terminar
este último salto. De estos últimos días sí me aventuro a contar que me he
hecho un amigo en el bar de la esquina, mis compis me han esperado con alegría,
me he visto envuelta en camas blanditas y amorosas (promiscuas de insomnio, sin
embargo), he calzado una Alice-band y, por supuesto, he caminado mirando hacia
las estrellas. No me importaba que la luz de la luna salpimentando las ramas de
los olmos fuera en verdad el alumbrado de una farola del siglo XXI. Era
hermoso, como todo.
Y ni sé deciros
si fue ayer o antes de ayer cuando se hicieron años de la muerte de Fermincito.
Es curioso, el destino, que decide concederle en estas mismas fechas el
terrible don de la imitación a la loca de Brumita. mismos síntomas, misma
enfermedad. Mismo destino.
Otro día, otro
color (como mis cosquillas). No es maravilloso, el verano inglés? Ahora llueve,
y yo no puedo entender cómo algunas habitaciones no tienen escritorio.
Tengo realmente
serias dificultades para expresar el placer que me puede estar proporcionando
ahora mismo el té de menta (*) con las galletas de jengibre que me están
bajando por la garganta. Es la mezcla perfecta de proporciones etéreas en
cuanto a sabor, olor, textura y temperatura. Cómo me gusta quemarme! Oh, sí! Y
sí, creo que he alcanzado mi punto máximo de trabajo. Al menos esta vez, en vez
de en-volverme el vértigo, me ha vuelto la sonrisa. Cuando hoy me has
preguntado que qué tal estaba, que qué tal este último año, se me ha parado la
sangre al intentar responder. Creo que se me ha reído el corazón (bueno, la
válvula esa disfuncional definida en capítulos anteriores) y estremecido el
cerebro. Lo cierto es que todavía no tengo respuesta. Sé que tengo una anemia
perniciosa, si con eso os sirve. Que quiero abrazaros a todos juntos, y luego
irme corriendo a cualquier lugar donde no ser molestada… con mi té de menta y
galletas de jengibre.
Y bueno, que he
aprendido mucho (de muchas cosas), y que he soltado lágrimas frustradas (está
bien dejar las tristes atrás (estoy mejorando!)), y que he ido a la peluquería
(ooh!), y que he contado con un montón de vosotros, y que he conocido a gente
maravillosa, y que me he acordado de los muertos, y que me ha llegado mucha
energía positiva y… que esta vez me quedo aquí, que siempre acabo hablando
demasiado, y me canso.
(*) en mi segunda
semana (o tercera?) de ocupación, me he empezado a duchar con restos de aquel
gel de menta que tanta repulsión me causa. Iiiiii!!! Qué asquete!!
Beso de esos que
os hace sentir todo lo que os quiero y especial mención a aquellos que han
venido a buscarme.
Ahora bien, si
tenéis un ratito, mandadme noticas.
Ño, qué día raro…
Empezó normal,
con aquellos sueños perturbadores (esta vez notaba en las rodillas miles de
cristalitos clavándose por desde dentro de la cápsula)(serán mis sueños la
razón de mi insomnio perpetuo?), trabajando con el té (tres earl grey, esta
mañana) y de pie con la maleta en la gugaua. Las cosas raras: En esa primera
dos viejecillas se han convertido en demonios chupa sangre mientras me
balbuceaban que me apartara para dejarse sitio a una mujer con carrito, luego
me he equivocado al echar a andar (90 grados a la izquierda, de error), he
recordado el por qué de mi problema de sociabilización (no entiendo a la gente.
No me gusta cuando no hay conversación, sino enfados. Cuando se supone debes
entenderlo todo por un simple gesto rudo. Cuando confías en que no estás sola,
y de repente te das cuenta de cómo de a menudo mientes, sobre todo a tu propia
persona), se me han saltado los ojos (aunque pude tragarlos de nuevo) al tener
que cuestionar mis amistades, me han cerrado las puertas a las espaldas y
gesticulado malos gestos que no he podido descifrar, otra vez el salto ese
(ahora bajo la lluvia), un muerto me ha dirigido una mirada sin siquiera
verme(no como si yo no estuviera, sino como si él no existiera) y casi por último (y esto descolocado), no me ha
apetecido comerme un dátil.
Se mantuvo algo
positivo cuando la tipa me vio con el paquete y me dejó pasar felizmente
delante de ella. Fue todo un detalle no esperado. Y cuando llegué a casa de Tim,
que casi me desplomo al abrirme la puerta. Y bueno, cuando encontré al último
de mis amores del día de hoy, haciéndome abrir los ojos hacia los destellos de
bondad que todavía presentan las grandes ciudades.
Qué día raro, hoy!
- Qué hora es?
- Ahora.
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