lunes, 24 de febrero de 2014

For he loved her, as you can only love someone who is an echo of yourself at your time of deepest sorrow

Me encontré asomada por la barandilla de la cocina, mirando hacia la cama situada justo a tres metros bajo tierra. Sentí algo curioso detrás de mis ojos, lo que no podría describir de otra manera mas que como vacío. Al momento de la evocación de esa palabra, mis lágrimas confluyeron en el punto más convexo de aquellos otros y escaparon del frío de mis adentros. Cayeron sobre las sábanas, al igual que la manzana que simulaba la moción de mi cuerpo y al igual que la imagen de mi ser partiéndose el cráneo contra la mesilla de noche.

Durante el día de hoy, ha sido el agua la que ha dado rienda suelta a mi imaginación. Por un instante he visto mi cuerpo zambulléndose (pies a la cabeza) en el gélido canal que pasa en frente de mi casa. De esta manera, pensé, volveré a recuperar la capacidad de sentir, despertaré de este estado de meseta de insensibilidad. Quizá, incluso, pueda volver a criar esperanza, sueños, ilusiones. Con suerte, este agua pútrida del centro de la ciudad pueda crear en mi el impulso necesario para saltar de la cama, para luchar contra la relación de gravedad no estudiada entre un alma depresiva y el olor a suavizante que desprenden unas sábanas blancas.


Y ahora me quedo a solas con las horas restantes para preguntarme:
qué me deparará el día de mañana?

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