lunes, 1 de septiembre de 2014

‘What need is there to weep over parts of life?’ he asks. ‘The whole of it calls for tears’

Queridos vosotros,

Me veo en la necesidad de poneros en circunstancia cuando os digo que justo ayer acabé mi periodo menstrual y que, por lo tanto, la falta de aliento y  las ganas de deshidratar no provienen de mi tan conocido desequilibrio hormonal, sino del libro que me acompaña durante este desayuno. Ahora mismo me habla del utilitarismo, doctrina que ha estado guiando la sombra de mi vida desde que en algún curso de la secundaria Aristóteles llegó a mis adentros  y me convirtió al eudemonismo. Hace exactamente seis meses mi cerebro se llenaba con el mismo tipo de conocimientos ajenos – aquella vez proporcionados por la maravillosa idea de los MOOC -, mis neuronas se retorcían con el dolor de la inmoralidad y mis ojos, de nuevo, se regocijaban con el sentimiento de pérdida del sentido de la justicia. Decidí olvidarlo todo.


Sin embargo, en este Caos de la vida, todo sigue un curso. Y la paradoja moral parece perseguirme. En estos momentos de necesidad de un alma afín dispuesta a filosofar sobre ciertos conceptos capaces de generar vívidas pesadillas, me encuentro en soledad, con mi té. Y la lluvia.