Por una parte, me parece maravilloso volver a pensar que el amor es cosa de libros (y del pasado), volver a no dejar que me toquen, no dejar que me abracen, no dejarME ser y disfrutar de mi mundo interior. Me gusta vivir dentro de mí, me gusta comprenderme sin tener que expresarme, me gusta no tener que dar explicaciones y poder marchar, con mi mente (y, obviamente, cuerpo), cuando quiera y donde quiera. No tener que dedicar momentos para el bienestar de otro, no tener que estar pendiente de regalar amor, aun por encima de mis capacidades, no tener que disfrutar con el disfrute ajeno, sino con el mío propio.
Me vuelve a molestar que me acompañen, me llamen, me sigan allá donde vaya, me toquen, me miren, me inviten, me ronden... En definitiva, me vuelve a molestar que me molesten. Mi gran y preciado agobio… No lo dejaré marchar nunca más.
Os acordáis cuando era una “chica de hielo”? Pues bien, vuelvo a las andadas.
Y sí, oh, sí, tú siempre me habrás robado el corazón!
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