
Primero de todo, debo decir que me gusta el vino.
Por qué me voya acostar con alguien que me gusta, pudiendo hacerlo con cualuqier otro (aunqeu a veces no lo parezca U.U)?
Por qué hay tan poco diálogo entre seres pensantes de la raza humana?
La gente no se mueve por lo correcto, sino por sus intereses personales. Qué se puede hacer, frente a eso?
Me niego a luchar. No me gusta la violencia. Quiero que las cosas fluyan (SIempre, siempre me acuerdo (que no es poco decir) de aquel poema que escribí en mi primer examen universitaripo de física sobre los fluídos. Pregúntame cualquier cosa, uqe ya me encargo yo de responder lo que quiera. Y ahí te resumo mi vida). (dónde estarán esas palabras olvidadas?)
No, no voy a luchar.
De todas formas, me gustaría poder llegar a comprender cómo puedo dar marcha atrás en algo de lo poco que tenía tan seguro. Me duele la pansita. Cómo peudo dudar de neuvo?
Malditas drogas.
Algo Fluye Cuando Ya Nada Se Agita - Luis Benítez
Algo fluye cuando ya nada se agita. Y su paso inadvertido por las tinieblas que duermen con nosotros trocará en una luz exasperada cuanto de ciega tiene la miseria. Desde el fondo, pozo o pantano de números, donde hostigados por el mundo y sus miles de cabezas caímos quince lenguas dentro de la carne, algo que sólo puede tocarse munido de los guantes de la desesperación, algo fluye, cuando creemos que ya nada se agita. Obliga al dolorido músculo del corazón y al cerrado hueso de la mente a comer y beber, aún dentro de sus celdas. Es una fuerza que nos lleva rudamente de la mano e inventa un camino de color insólito, por donde huimos desnudos de los ciegos. Obediente, ella agitará los párpados de los muertos y hará huir a la mosca-heraldo, que espera paciente, colgada de la gula. Colgará de nuevo el sol, cuando la luna caiga. Podremos verla latir en medio de nuestras negras sombras, aún cuando boquiabiertos, observemos día a día pasar nuestros propios funerales. Algo fluye cuando ya nada se agita. Por su gracia habrá fruto en las flores marchitas (su magia gruñirá en la vértebra) lanzará por el aire ancianos y guadañas con pasos de diluvio; nuestras jóvenes canas se ennegrecen, ante el silbato de plata besado a último momento con manos temblorosas que arrojan al viento de los lechos. Y cuando nuestros pálidos huesos den fuerza y vigor a las margaritas, aún palpitarán desde la tumba. Porque algo fluye, cuando creemos que ya nada se agita.
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