lunes, 1 de septiembre de 2014

‘What need is there to weep over parts of life?’ he asks. ‘The whole of it calls for tears’

Queridos vosotros,

Me veo en la necesidad de poneros en circunstancia cuando os digo que justo ayer acabé mi periodo menstrual y que, por lo tanto, la falta de aliento y  las ganas de deshidratar no provienen de mi tan conocido desequilibrio hormonal, sino del libro que me acompaña durante este desayuno. Ahora mismo me habla del utilitarismo, doctrina que ha estado guiando la sombra de mi vida desde que en algún curso de la secundaria Aristóteles llegó a mis adentros  y me convirtió al eudemonismo. Hace exactamente seis meses mi cerebro se llenaba con el mismo tipo de conocimientos ajenos – aquella vez proporcionados por la maravillosa idea de los MOOC -, mis neuronas se retorcían con el dolor de la inmoralidad y mis ojos, de nuevo, se regocijaban con el sentimiento de pérdida del sentido de la justicia. Decidí olvidarlo todo.


Sin embargo, en este Caos de la vida, todo sigue un curso. Y la paradoja moral parece perseguirme. En estos momentos de necesidad de un alma afín dispuesta a filosofar sobre ciertos conceptos capaces de generar vívidas pesadillas, me encuentro en soledad, con mi té. Y la lluvia.

miércoles, 2 de julio de 2014

Nos mellaríamos el ego.


Mudar de piel - Lina Zerón



Lo difícil es mudar de piel
la primera vez.
Después…
Oteas como un diafragma fotográfico
el cuerpo, su intemperie
luego las clandestinas caricias
las voces en murmullo,
los besos tras la puerta
que te obligan a buscar una isla blanca
en marejadas de olvido.

Al mudar de piel vuelves a sentir,
te izas como vela.
En tus sábanas blancas
el mundo es tuyo otra vez.

Lo más difícil es arrancar raíces,
dejar trozos del rompecabezas.
No colgar el bolso de cuero
cuando ves la cama vacía...

Sabes que emigras a una nueva piel.

De "La spirale du feu" 1999
Ed. L’Harmattan, París

lunes, 24 de febrero de 2014

For he loved her, as you can only love someone who is an echo of yourself at your time of deepest sorrow

Me encontré asomada por la barandilla de la cocina, mirando hacia la cama situada justo a tres metros bajo tierra. Sentí algo curioso detrás de mis ojos, lo que no podría describir de otra manera mas que como vacío. Al momento de la evocación de esa palabra, mis lágrimas confluyeron en el punto más convexo de aquellos otros y escaparon del frío de mis adentros. Cayeron sobre las sábanas, al igual que la manzana que simulaba la moción de mi cuerpo y al igual que la imagen de mi ser partiéndose el cráneo contra la mesilla de noche.

Durante el día de hoy, ha sido el agua la que ha dado rienda suelta a mi imaginación. Por un instante he visto mi cuerpo zambulléndose (pies a la cabeza) en el gélido canal que pasa en frente de mi casa. De esta manera, pensé, volveré a recuperar la capacidad de sentir, despertaré de este estado de meseta de insensibilidad. Quizá, incluso, pueda volver a criar esperanza, sueños, ilusiones. Con suerte, este agua pútrida del centro de la ciudad pueda crear en mi el impulso necesario para saltar de la cama, para luchar contra la relación de gravedad no estudiada entre un alma depresiva y el olor a suavizante que desprenden unas sábanas blancas.


Y ahora me quedo a solas con las horas restantes para preguntarme:
qué me deparará el día de mañana?