Habéis visto? En
Japón van a abrir un hotel llevado en su mayor parte por robots.
E ya marcha en
pocos días. Se me va mi mentora, compi de comidas y colega de charlas. Ha sido muy
interesante tenerla conmigo (o tenerme con ella): me he visto reflejada en
muchísimas facetas, y espero diferir en varias otras. Será que cuando crecemos
todos tendemos a lo mismo? Parece faltarle esperanza, pero lucha - a su manera
- por lo que cree correcto [De aquí resurge de nuevo mi miedo profundo y toda
la retaría de querer robraros los ojos: y si lo que crees “correcto” es, en
verdad algo “equivocado”? Y si la lucha de
todas tus células se expresa de una manera tal que solo consigue crear más caos
y desorden? Ya sabemos (o deberíais) que
tengo vetados los ysis, con lo que
tendremos que quedarnos con una frase enunciativa positiva que pone los pelos
de punta a cualquiera que la lea entre granos de cal. Diverjo de nuevo]. No
está muerta; se enfada, se enfada mucho, le dan venas de ira contra la
injusticia, contra un trabajo mal hecho, contra el (ya convocado) desorden.
Cree, pero no espera, y a pesar de ello lucha, y se irrita.
El pensamiento me
lleva a mía misma (obviously). ¿Cuándo (vosotros que tenéis mejor memoria) ha
sido la última vez que me he sorprendido por algo? No deja de querer rondarme
esta pregunta, mi cerebro corrompido.
Más.
Y yo? Me enfado
por lo que me disgusta, o acepto y conformo? Me veo prendida inflamable – de esta
manera en la que vivo mis días – y posteriormente me extingo con tal rapidez!
Qué queda, después de las cenizas?
E. me ha enseñado
muchísimo, pero ya dos semanas en compañía y me siento apagada, coaccionada, no
libre. Oh, libertad mía, que me supones la vida y a la vez me aterras la misma!
Me gusta mi soledad y mi independencia. Florezco en solitario, dependo en
compañía.
Y sin embargo, la
voy a echar de menos; tantas charlas interesantísimas que hemos tenido! Mi
pensamiento ha fluido, ha crecido, se ha atrancado y se ha regocijado durante
nuestras horas de tertulia filosófica. Learned helplessness (siempre presente!),
patología, wildlife, epi, FAO, UN, desarrollo, chichones en puertas, lucha de
faldas, destellos de esperanza…
02.03.2015
Ayer, desde el
café con wifi, me bajé unas cuantas noticias para estar un poco al día con lo
que pasa en el mundo. Hoy, mientras leía un par de ellas, ha llegado a mis
oídos una melodía maravillosa con tambores coordinados con algún tipo de flauta
celestial. Ahí estaba yo, disfrutando del sonido y pensando que sería
maravilloso que en unos años pudiera unirme a cancioncilla similar con mi
saxofón. Mi móvil brillaba – resulta que esa música es mi ringtone! Cómo puede
ser que nunca la haya escuchado antes?
Queráis que no,
me siento rara. Estoy un poco enferma de luchar por cambiar las cosas y de ver
el punto básico en el que aún estamos. En verdad no me importa pagar 2 ó 3 €
más del precio normal (qué tontería!), pero me molesta que me mientan, que me timen… y que lo hagan
por mi color de piel. Se asume que, por ser blanca, tengo dinero para gastar y
puedo complacer comprando a granel la solución a las necesidades de la gente que
me rodea. Me cuesta hacer amigos locales porque la mayoría (que no todos!)
quiere algo más de mí. La relación no fluye de una manera natural; la
conversación tiene un fondo de desigualdad. No estamos en el mismo piso. “Desgraciadamente”
yo tengo mucho más poder adquisitivo que ellos. Poder adquisitivo y poder de huída.
Yo tengo otra casa a la que marchar cuando las cosas se ponen feas, cuando no
tengo dinero, cuando tengo hambre y cuando tengo frío. Ellos no. Y el
sentimiento no fluye, hay una barrera invisible (pero tangible incluso con las
aletillas de la nariz) que impide una comunicación normal. Siento que quieren que
les de dinero, comida, trabajo; pero coño, quién no desea todas esas cosas!?
Es cansado no
sentirse conectada (sentimiento básico en un ser social). Es raro buscar la
compañía de otros Musunguis (blancos)… y es solitario no poder encontrarla –
encontré blanquitos en el café (y casi les asalto por conseguir su número de
teléfono :) ); hemos salido un par de veces juntos, pero no terminamos de conectar.
Es cierto que soy sociable, pero eso no significa que me guste sociabilizar.
Siento que tengo
que andar con cuidado con cada persona con la que entablo conversación. Todo
intento de diálogo acaba con la petición implícita de una ofrenda económica.
Como ejemplo, los días que no he ido con Erika al campo, me topo con la tipita
que limpia el cuarto del hotel. Como persona interesada en amenizar el día a
día de todos los que me rodean, entablo conversación con ella y me intereso
cordialmente por su ser y su familia. Su hija está enferma, tiene muy poco
dinero para medicinas y su cumpleaños, para el cual no habrá tarta debido a
dificultades económicas, es mañana. En una situación normal (qué mierdas
quiere (o quiero) decir (con) esto?)
pensaría que simplemente me está informando de su situación actual; incluso, me
ofrecería a cocinarle una tarta o mañana la recibiría con un muffing simbólico
[no puede haber cumpleaños sin tarta, no]. Sin embargo, debido a algún tipo de
alerta adquirida (aprendida, o inculcada) se me encienden los warnings que me
hacen dudar de mi misma y de las intenciones de esta chiquilla. No miente, esta
chica (que es un cielo) no me está mintiendo, pero me pide, me reclama. Y no
les puedo culpar. Mi piel brilla por su ausencia de melanina, y no es de
extrañar que pueda confundirse con el fulgor de un diamante.
Qué injusticia de vida y qué duro es hacerse la dura.
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