sábado, 29 de mayo de 2010

Don’t say thank you. One time is enough.




Estoy fuera, al frío gustito del aire en el banco de los fumadores.

A veces es difícil enconrar algo de intimidad por aquí. Es por eso que me despierto tempranito y aprovecho el silencio de l amañana. A veces me pongo música, a veces miro al vacío.

Es increíble la cantidad de sueños que tengo. Me encanta, aunque luego de unas horas los olvide. Esta noche me metí un trozo de nieve en la boca, me acosté con un tipo y le saqué sangre exitosamente a una orca :). Me maravillo yo misma conmigo. Y a veces pienso que soy maravillosa...sí...

Ayer, hablando con Remco, me di cuenta de que tenemos algunas cosas curiosas en común. Me gustó verle dándole vida a las cosas, poniéndole importancia a cada mísera acción para darle algo más de entretenimiento al día a día, dotar de valores especiales a lo que otros miran sin ver, o hacer sin notar. Eso me gusta de mí. Hacer especial cada uno de los momentos :).

Aunque no os escriba tanto, sigo pensando en vosotros. Por las mañanas, en el “trabajo” os escribo mentalmente, y os voy contando o relatando mil cosas que se me pasan por la chola. Lo que pasa es que luego, bien no me acuerdo, bien no tengo tiempo para escribirlo.

Algo que os tengo reservado es el tema de la sal: Cuando limpiamos las piscinas de las foquitas y las volvemos a rellenar con agua, hay que añadir una bolsa de sal de 25 kg (a veces media, a veces dos bolsas, depende del tamaño de la “pool” (jijiji)). Pienso que la gente coge las bolsas, las lleva a las piscinas, las vacía, se lleva el plástico para tirarlo y se va sin más miramientos.

A mí me gusta disfrutar el momento. Lo primero de todo (cómo no! Estáis leyéndome a mí!) es Sufrimiento; sufrimiento por llevar ( o intentarlo) tanto peso levantándolo del suelo y llevándolo al nivel del pecho para abrazarlo cual saco lleno de pota (porqué lleno de pota? No sé, supongo que es por la posición que adopto al intentar desplazarme con la bolsa entre mis “poderosos” brazos: cabeza levantada, cuello estirado, columna doblada hacia delante como si estuviera a punto de echar la raba tras una buena borrachera… No sé…). Después, La Calma; cuando llego a la verja, poso delicadamente la bolsa en las rejas y la deslizo lentamente al interior del “plateau”. Entro dentro y arrastro la bolsa hasta el borde de la piscina.

Aquí comienzo la diversión. Pongo la manguera dentro de la piscina para dejar un charquito de agua en el fondo. Y abro la bolsa de sal. A partir de este momento, mi mente (y casi mi cuerpo) se desplaza(n) a increíbles lugares consistentes en pequeñas islas del Pacífico, del Caribe, del Índico… con arrecifes maravillosamente coloridos y llenos de vida. Yo buceo entre ellos y veo mi propia ruta marcada con bacilos interrumpidos de color verde fosforito. Las islas son los distintos montículos de sal que voy haciendo con la bolsa. El agua me ayuda a crear playas asombrosas y los archipiélagos son diferentes cada vez. Siempre una inmersión nueva, un viaje nuevo. Y voy viendo los corales, las corrientes, los peces, las tortugas, los rayos de sol, el pacton!!

Me voy del lugar maravillada (qué de uso le doy a esta palabra!), doblo la bolsa en trocitos y al saco de la basura, como quien coloca una chaqueta en el armario.

Me gusta.

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